En «Cuento con ogro y princesa«(1), Ricardo Mariño nos ofrece asomarnos al proceso de escritura. Explicita la tarea del escribir como un proceso y nos muestra las dificultades en el tono de humor que constituye una de sus marcas estilísticas.
Ofrecer esta obra tanto a los niños y niñas, como a sus docentes y a los adultos -en este tiempo de tareas digitales(2)– puede alivianar la sensación de sentir que «yo no puedo escribir» o « a mí no se me ocurre nada» o, peor, «este chico no puede/no sabe«(3). Esto es lo que puede leerse desde el inicio del relato en este cuento. Un cuento que se teje desde la voz narrativa del propio autor que no se resigna a no saber cómo seguir.
Ese aspecto de la estructura de la obra, también da ocasión para pensar el cuento en clave literaria: el autor, la voz narrativa, los personajes juegan en la trama de la historia rompiendo la lógica de lo esperable, de lo pre-establecido.
La apelación a los recursos provenientes de la tradición popular: la llamada del héroe, el cumplimiento de la tarea y el regreso triunfal con el logro obtenido y su posterior alteración a través del humor son, sin duda, una puerta para mantener conversaciones literarias con los chicos. Y, hasta para animarlos a inventar otras resoluciones al conflicto de esta historia o para crear otras historias a partir de los cuentos que ya conocemos. ¿Quién se animará?
(1) Mariño, R. (1° edic. 10ª reimp 2007). Cuento con ogro y princesa. Buenos Aires: Ediciones Colihue.
(2) decimos «tantas» pues para más de un niño resulta una enorme presión ser demandado a realizar tareas escolares (con formato áulico) desde las pantallitas. Y, también para muchos padres y madres, es agobiante sumar a sus tareas en cuarentena el rol de cuasi-docentes que muchas demandas escolares implican.
(3) y decimos «peor» porque un niño o una niña percibe/sabe/intuye cuando sus adultos no lo creen capaz.