«¿un poema? ¿qué es un poema?»

En «Un poema para curar a los peces«(1) la pregunta de Adrián, el personaje de esta historia, encuentra -como muchas preguntas que formulan los niños- tantas respuestas como adultos dispuestos a responder.

Jean-Pierre Simèon ofrece, con sutil maestría, respuestas que descubren la posibilidad de entrar al estado poético, en diálogos con la panadera o el bicicletero, con el vecino migrante o con los abuelos, todos deseosos de demorarse, en recepción amorosa, ante ese niño preocupado por su mascota.

El autor, también, abre la puerta a la construcción de lo fantástico en lo cotidiano en diálogos verosímiles con fideos y utensilios de limpieza, con el canario y con su pececito, ¡llamado León! Esta mixtura en la búsqueda, pone en escena el modo en que las chicas y los chicos buscan respuestas a tanto que los inquieta. Aquí: salvar al pez y explicarse el mundo, el mundo simbólico que ofrece el discurso poético.

Las ilustraciones de Olivier Tallec sostienen el relato, condimentando con humor las guardas y la ilustración de la página de créditos(2). Detenerse en esos guiños es una forma de ampliar el universo estético de los lectores y de proporcionar pistas para aprender a leer deteniendo la mirada .

(1) Simèon, J. y Taller, O (2006). Un poema para curar a los peces. Madrid: Kókinos.

(segundo fotograma) en la que aparece la advertencia «esto no es un pez para curar poemas«

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Inventar lo fantástico en lo cotidiano

Desde el corazón de lo cotidiano: la cocina de la casa, surge otra historia de Graciela Montes que pone en cuestión la frontera entre «realidad» y «fantasía«(1). Una elección estética sobre la que la autora insistió en numerosas oportunidades. Una decisión literaria sobre la que reflexiona en diversos artículos recopilados en su obra «El corral de la infancia«(2).

Graciela ha acompañado a los chicos, con sus historias,  durante mucho tiempo y sigue haciéndolo cuando hay adultos mediadores que la seguimos poniendo en la escena lectora.

Graciela sigue acompañando a los mediadores con sus pensares estéticos, con sus reflexiones críticas y teóricas que no pierden actualidad.

Su mirada sobre la escuela como sociedad de lectura en «La gran ocasión» es, sin duda, un estímulo para pensar en nuestras instituciones escolares. En estos tiempos en los que se ensayan otros modos de hacer escuela tener presente que leer vale la pena ¡es una alegría!

(1) algunas de esas reflexiones pueden leerse aquí

(2) Montes, G. (2000). El corral de la infancia. México: Fondo de Cultura Económica

El nido de lo literario

Quienes mediamos culturalmente en el ámbito literario lo sabemos, pero muchas mamás y papás y cuidadores  de bebés o de niños pequeños no se han detenido a pensarlo: en cada Arrorró, en cada juego corporal mientras cambian los pañales o mientras hacen planear la cucharita con puré acompañándose de algún verso o alguna melodía, en cada una de esas ocasiones están construyendo el «nido literario«. Un refugio poético que se construye en ese intercambio de ternuras.

Dice María Emilia López (1) «…sabemos que los niños muy pequeños aún no comprenden el sentido de todas las palabras, pero sabemos también que hay ritmos, expresiones, musicalidades, formas del decir que inmediatamente son percibidos y el niño muestra una respuesta hacia  ello. Ese bagaje de gestos humanos con que los recibimos, cuando está cargado de sensibilidad, de afectividad, constituye un «baño sonoro» para el bebé… una envoltura que sostiene… a través de las palabras y su ritmo…«

En este posteo ofrecemos un tiempo para esas sonoridades. Al escucharlas, seguramente, recordaremos las que recibimos y las que regalamos. Al escucharlas, sin dudas, volverán a nuestra memoria otras que podremos acercar al nido de los recién venidos a nuestro mundo.

Nos acompañamos hoy de una recopilación de textos de la tradición oral (2) realizada por Yolanda Reyes, textos que conocemos en otras versiones, textos que anidan estéticamente en millones de hispanohablantes y que la autora, como señala en el título, «vuelve a contar» . También seleccionamos algunos de los poemas incluidos en el libro/disco “Apapachaditos… un arrullo de juegos(3), una antología(4) de poemas de la tradición oral realizada por la Agrupación Abriendo Rondas ilustrados con los collages del ilustrador cordobés El esperpento (siempre presente en las Ferias del Libro de Comodoro Rivadavia con sus talleres y sus libros).

¡A disfrutar recordando y cantando!

(1) López, M.E. (2018). Un pájaro de aire. La formación de los bibliotecarios y la lectura en la primera infancia. Ciudad autónoma de Buenos Aires: Lugar Editorial.

(2) Reyes, Y. (2014). El libro que canta. Vuelto a contar por Yolanda Reyes. Buenos Aires: Santillana.

(3) Lelli, A., Vaca Narvaja, C. y Seguí, A. (Comp.)  (2015). Apapachaditos… un arrullo de juegos. Córdoba: Ediciones de la Terraza

(4) premiado por ALIJA en 2015 en la categoría “Multimedia/Audiotexto” de los Destacados de aquel año. 

¡¡¡Otra de lobos!!!

El «lobo» que, desde los tiempos antiguos, encarnó lo temido en la cultura europea de tradición oral -que llegó a nosotros en los barcos- sigue siendo hoy un símbolo del peligro, de lo oscuro ¿del virus?

Entonces, convidar a los chicos «¡Que viene el LOBO!«(1), tal vez, sea una ocasión para plantarse simbólicamente en este momento cultural con esta historia en la que es posible controlar lo que tememos.

Si le agregamos el plus de humor, con que Vincent Bourgeau y Cédric Ramadier(2) caracterizan al personaje, y la necesaria complicidad de la voz narrativa que interpela a quien sostiene el libro entre sus manos, habremos abierto la puerta a una experiencia que involucra activamente a los lectores más pequeños. Esos «locos bajitos» que en estos días están, como nosotros, viviendo la primera pandemia mundial.

PD: ¿quién disfrutará del chiste al final del video de hoy?

(1) Ramadier, C y Bourgeau, V. (2018). ¡Que viene el lobo!. Salamanca: Lóguez ediciones.

(2) Aunque la página está en francés pueden disfrutar los hallazgos estéticos de la dupla que conforman ambos autores aquí.

¡Ah… la gente medida!

Quienes han participado de alguna de las propuestas de la Cátedra(1), ya saben de nuestro compromiso con la inteligencia de los niños y de la convicción de que los mediadores funcionamos como una «baranda«(2) en la cual los lectores puedan apoyarse para ir ascendiendo en la escalera de su propia experiencia lectora.

En el texto que convidamos hoy(3), Iris Rivera -con su sutil tono de humor- interpela la pacatería  que encorseta sentires y pensares de quienes buscan, como el señor Medina, que todos opinen bien de sus modales tan políticamente correctos.

¿Con qué palabras desmedidas nuestros chicos pueden hoy referirse a una cuarentena que los aisla de sus andares habituales? ¿Con cuáles, nosotros, sus adultos responsables, los abrigamos o los ventilamos o los dejamos volar ante la pandemia de virtualidad que compite con el COVID 19?

(1) Cátedra Libre de Literatura Infantil y Juvenil. Dirección de Cultura. Sec de Extensión UNPSJB

(2) la metáfora de la barandilla como mediación es ofrecida por Teresa Colomer en su magnífica obra «Andar entre libros. La lectura literaria en la escuela» editado y reimpreso en 2012 por el Fondo de Cultura Económica.

(3) Rivera, I. (6ª reimp. 2007). El señor Medina. Buenos Aires: Colihue.

Una historia venida desde el fondo de los tiempos

Cuando escuchamos la «Historia de Ratita» (1) podemos escuchar en ella la experiencia vital del crecimiento de las hijas que salen, del calor de la casa familiar, a la búsqueda y construcción de su propio proyecto de vida. Podemos valorar, como lo hicimos en el cuento que compartimos ayer, el discurso organizado en base a repeticiones que, retahílicamente, construyen un texto que cuenta y canta.

manuscript-sanskritPero, gracias a que Laura Devetach inicia el texto con el epígrafe: «Versión libre de un tema del Panchatantra«,  sabemos que, con este cuento, estamos invitando a los lectores más pequeños a entrar en la corriente universal de la literatura. Esas fábulas han seguido el mismo derrotero de los «Cuentos de Mamá Oca» que transcribió Perrault: pasaron de la tradición oral al texto escrito entre los siglos II y VI de nuestra era, en India. En ambos casos, los destinatarios son jóvenes que tendrán responsabilidades de gobierno (un príncipe hindú ignoto, la abuela de María Antonieta cuando aún era una joven princesa).

La versión de Laura Devetach, entonces, es una oportunidad para convidar a los chicos una historia ¡bellamente contada!, sobre la necesidad de abrir puertas a mundos con puertas más fáciles de abrir. ¡Algo que nos está haciendo mucha falta, no les parece?

(1) Devetach, L. (1986). Historia de Ratita. En Monigote en la arena. Buenos Aires: Ediciones Colihue

Una historia pequeña para los que van creciendo

Hoy compartimos «Buscando el bichito de luz«(1). Un cuento en el que los más chiquitos tendrán ocasión de realizar una experiencia activa de lectura. Es que las repeticiones acumulativas ofrecen la posibilidad de realizar anticipaciones, que se confirman a medida que la historia va andando.

Cuando los lectores más noveles(2) piden una historia una vez y otra vez y otra vez más, están pidiendo entrar en un mundo que conocen y, al poder anticiparlo, dominan. Esa oportunidad de saber «cómo sigue» los seguriza afectivamente y, también, les permite una apropiación creciente de ciertas poéticas tan frecuentes en las retahílas y canciones, en los juegos y nanas, en las coplitas y rondas que nos envuelven  tempranamente en el lenguaje materno.

También, por esa seguridad que les da el saber «cómo sigue», reclaman que siempre contemos las historias con las mismas palabras «¡no, así no es!» dicen con contundencia y demandan fidelidad a la versión que han construido previamente. Entonces, aquí va una historia para compartir una y otra vez y otra vez más.

 

(1) Mayo de Rubio, G. y Lorefice de Passalia, K. (1974).  Buscando el bichito de luz. Buenos Aires: editorial Latina. Para conocer más a la autora del texto hacer click aquí y a la ilustradora, aquí 

(2) incluimos  en esta categoría a quienes no leen convencionalmente pero pueden asignar sentidos a un texto

 

¿Cuál es la «verdadera» historia?

Ya nos lo dijo con su calidez y pertinencia Liliana Bodoc: la literatura no va de contar la verdad, sino de mentir. En este caso, se trata de desmentir y de ofrecer a los chicos y ofrecernos, como mediadores, una magnífica oportunidad para el humor.

«¡La auténtica historia de los tres cerditos!«(1)es tan auténtica porque la cuenta en primerísima persona Silvestre Lobo.

Jon Scieszka (2) se limita a ponerla en palabra escrita. Lo hace como cada vez que escribe: ¡satirizando un clásico! Tensionando, desde la parodia, la referencia intertextual. Además, las ilustraciones -con formato de fotografía antigua- de Lane Smith(3) en sepias, que dan cuenta del «hace muuuucho tiempo», multiplican las lecturas desde el lenguaje visual.

¡Una historia de humor para el fin de semana!

(1) Scieszka, J. y Smith, L. (2014). ¡La auténtica historia de los tres cerditos! Barcelona:  Thule Ediciones

(2) para conocerlo más el enlace a su página web aquí

(3) puede visitarse su página web aquí

Aunque la mona se vista de seda…

No, no es un cuento sobre mona. No, tampoco es sobre cómo vestimos. El relato ya está servido para degustar. No interesa aquí «sobre» qué habla la historia. Justamente lo que propongo hoy es repensar nuestro rol de mediadores. Y para ello voy a tomar la palabra de la propia Graciela Montes, autora de Sapo verde (1) y una enorme pensadora acerca de la lectura.

En su conferencia Retirados a la sombra de nuestros párpados (2) nos advierte que «…el de la lectura es un tema saturado de discursos  cristalizados -técnicos algunos, míticos los más, pero cristalizados todos-, y no deberíamos dar nada por sobreentendido…» por esto, propone pensar la lectura como una oportunidad para construir sentidos.

Efectivamente, contrariando la práctica corriente de convidar textos a los chicos anticipándoles que vamos a leer una historia sobre un tema X, Graciela nos recuerda que «… es el vacío de sentido, el sinsentido, lo que genera lectura. Es la perplejidad frente al caos lo que nos lleva a la construcción de cosmos. Es la intriga lo que despierta la actividad  de  recolección  de  indicios… la lectura  siempre es provisoria, como una  ciudad  que estuviera siempre  en  obra.  Las  conjeturas,  los  sentidos  que  se  van  construyendo  (a  su  manera pequeños “órdenes”) son siempre provisorios, y sólo se congelan en órdenes perdurables cuando se deja de leer..

A veces, los mediadores nos vestimos de seda ofreciendo bellos libros en nuestras comunidades de lectura, pero seguimos determinando lecturas congeladas. Tratamos de asegurarnos de que todos los chicos entiendan el texto (es decir, lean en él lo que hemos leído nosotros). Establecemos un sentido oficial, congelado, único que elimina conjeturas y perplejidades. Entonces, aunque vestida de seda, nuestra mediación, mona se queda.

Nuestros intentos de «leer la pandemia«, en estos días, tal vez nos permitan vivenciar analógicamente lo que viven los chicos ante cada texto literario. Aquel que les ofrece un mundo para ser leído, un cosmos -en palabras de la autora que hoy nos acompaña- que reclama sentidos. Múltiples sentidos, tantos como lectores, tantos como las lecturas que realice un mismo lector.

Habrá que ver qué leen hoy los chicos en este texto que vuelve a enhebrar lo cotidiano estéticamente.

(1) Montes, G. y Homs, H. (2016). Sapo verde. Buenos Aires: EUDEBA.

(2) disponible aquí

 

Una historia sobre»ESO»

El cuento de hoy es así: entre comillas y en mayúsculas. Es la deliciosa historia de un Topito que, en la edición del Centro Editor de América Latina(1), tuvo nombre y en la que circula, con traducción española, lo ha perdido ¿Será que lo que le pasó a este topo no tiene nombre?

Los chicos adoran lo innombrable. Recordemos que -hasta que pueden empezar a nombrar- pasaron largos días sólo escuchándonos, fascinándose, aterrándose, serenándose con las sonoridades de la lengua materna!!(2)

En algunos ámbitos sociales «caca», «pedo», «culito» y ¡tantas otras! son palabras impronunciables. Pero son las que usamos cuando cambiamos y acunamos a nuestros bebés, cuando les hacemos cosquillas y resoplamos en sus pancitas ¡son palabras de ternura y de picardía!

Werner Holzwarth (3) y Wolf Erlbruch (a quien ya hemos leído por aquí) conjugan en esta deliciosa obra el humor escatológico con una estructura narrativa magnífica para los más pequeños. El relato está construido sobre diálogos que funcionan como retahíla: se suceden repitiéndose a sí mismos. Y en esa repetición, además de la anticipación, se juega la experiencia «segurizante» de saber cómo sigue. Sin embargo y, simultánemente, se produce la disrupción cuando cada animal rompe el orden precedente desde su singularidad. Sin ánimo de forzar la lectura, diría que es una metáfora de lo que vamos viviendo cada día, en estos días.

¡Basta de cháchara! ¡¡A las cosas!! diría Don José (4)


 

(1) Holzwarth, W. y Erlbruch, W. (1991) Del Topito Birolo y de todo lo que pudo haberle caído en la cabeza. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

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(2) recomendación recomendabilísima: El idioma materno de Fabio Morábito de SextoPiso

(3) puede explorarse su obra en su blog (aquí) y si bien la página está en alemán los buscadores ofrecen traducción automática y ¡las ilustraciones no requieren traducción!!

(4) para quienes nos leen en otras latitudes: José Ortega y Gasset en una conferencia hace más de 80 años nos increpó con un «Argentinos, a las cosas«, invitándonos a salirnos de nuestros narcicismos y presunciones y ponernos manos a la obra en un país que por entonces, como ahora el mundo todo, atravesaba momentos críticos.

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